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Cambio climático, olas de calor y consumo eléctrico
Con menos de 1ºC de aumento de la media global de temperatura, los días extremos de calor son 10 veces más frecuentes. No podemos atribuir con certeza la ola de calor actual al Cambio Climático, pero sí estamos seguros del aumento de la frecuencia de este tipo de eventos como consecuencia de las emisiones industriales de CO2.
La ola de calor ha provocado que este viernes se haya batido un nuevo récord de demanda eléctrica en el mes de junio. Se ha alcanzado un pico de 38.835 MW utilizados a las 13.24 horas, acercándose el record de los días más fríos de enero.
Debido a la sequía (consecuencia también de los efectos del cambio climático en la Península Ibérica), la hidroeléctrica apenas está disponible, la instalaciones de solar y eólica son demasiado escasas y ni siquiera la capacidad nuclear puede lidiar con el aumento de demanda. La consecuencia es que han entrado las térmicas de gas y carbón, disparándose las emisiones de CO2, con lo que entramos en un círculo vicioso del cambio climático: más calor, más aire acondicionado, mayores emisiones de CO2.
En EEUU se espera durante este fin de semana y la semana que viene una ola de calor récord en todo el suroeste del país. Y EEUU es uno de los mayores emisores de CO2 del planeta, por lo que ese círculo vicioso será más relevante aún.
La buena noticia es que estamos en el tercer año consecutivo sin aumento de las emisiones industriales mundiales de CO2 y el consumo de carbón ha entrado en números que indican su descenso futuro. El incremento de las energías libres de emisiones (nuclear, hidro, solar y eólica) ha cubierto la mitad del aumento de la demanda eléctrica.
La mala noticia es que los combustibles fósiles siguen cubriendo el 85% de la demanda eléctrica mundial, por lo que la imperiosa necesidad de llevar las emisiones de CO2 a cero alrededor de 2050 no parece ir a un ritmo adecuado.
Un datos esperanzador es que haya países en vías de desarrollo que no tienen la psicosis crónica de occidente con la energía nuclear. La India por ejemplo tiene prevista la conexión a la red de 10 reactores presurizados de agua pesada para 2022 que producirán (¡atención al dato!) el doble de energía que toda la capacidad renovable que ha instalado Alemania en lo que va de siglo. Y no es su única apuesta por el incremento de la capacidad nuclear. En occidente debería empezar a pitarnos los oídos cuando la mismísima Reina de Petróleo, Arabia Saudí, tiene prevista la construcción de 16 reactores para, junto a la solar, cubrir la mitad de la demanda en 2040, además de una flota de pequeños reactores para la desalinización de agua.
En España podríamos haber lidiado con el aumento de demanda de estos días con unos pocos reactores nucleares más en la flota, pero los ecologistas patrios parece que entre más carbón y más emisiones de CO2 o menos nuclear han decidido priorizar lo segundo a toda costa. Y repito que parece difícil al ritmo actual de (no) descenso de emisiones y aumento de capacidad renovable conseguir el objetivo de cero emisiones en torno a 2050. Gracias a AEMET, ni siquiera tenemos que imaginar los veranos de ese futuro no tan lejano.