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El sabor de un buen vino
En las últimas dos semanas estuve haciendo una de esas vacaciones de carretera y manta con la única condición de empezar en un restaurante de un familiar en la ribera del danubio azul en los alrededores de
Melk --pequeña ciudad con una espléndida Abadía y lugar altamente recomendable-- y terminar de cata de vinos, quesos y foies en la
ruta del vino de Alsace entre
Colmar y Estrasburgo. Decidimos rodear los Alpes y desviarnos para visitar Venecia, lo que podría haber sido prescindible. No sé cuándo será una ciudad agradable de visitar, pero julio no es desde luego el momento. La plaza de San Marcos parecía la Puerta del Sol en fin de año y ya tengo suficiente edad como para odiar las concentraciones de gente.
En Alsacia tuvimos las suerte de parar por casualidad en un camping a buen precio y bien situado dentro de un pueblo precioso:
Ribeauvillé. Y coincidir con una pequeña feria de degustación de vinos y especialidades de varios restaurantes. Un final excelente para unas vacaciones inolvidables.
Después de volver de unas vacaciones así la cabeza no está para muchas lecturas. Igual que cuando uno no sabe qué escuchar es el momento preciso de poner jazz clásico, cuando uno no sabe qué leer es el momento de una historia ligerita con cierta intriga histórica. Y da la casualidad que una
recomendación de Freakonomics de un artículo-reportaje en The New Yorker fue la lectura más adecuada
The Jefferson Bottles How could one collector find so much rare fine wine?
Una historia real que
llevada al cine o convertida en novela --la historia ha terminado en un
libro reciente-- superaría al Código Da Vinci --desde mi punto de vista-- con creces. Tiene personaje histórico, timadores, agentes del FBI, pruebas forenses... En fin, que hacía tiempo no pasaba un rato tan agradable con esta mini-novela en 12 páginas y que no desvelaré para que el posible lector pueda disfrutarla.
En la historia se menciona a uno de los catadores más valorados a nivel mundial cuya
nariz está asegurada en 1 millón de dólares. He tenido el placer de degustar algunos vinos de unas pocas decenas de euros la botella que me han parecido de tal excelencia que nunca me plantearía pagar más de digamos 30 euros por una botella. Pero mi paladar para el vino es vulgar y según las catas a ciegas --para este tipo de paladares a diferencia de los expertos--
no existe una correlación entre el precio de una botella --que suele estar relacionado con la calidad del vino-- y la valoración que el sujeto hace de éste. Así, entre paladares vulgares es relativamente fácil quedar bien con una botella de un vino desconocido en el rango 2-5 euros. El secreto es comprar unas cuantas botellas en este rango de precios y catarlos entre dos o tres personas. Suele aparecer algún caldo que da el pego entre los paladares vulgares.
Pero la pregunta interesante es, ¿puede diferenciar realmente un catador experimentado entre un buen vino de 20 euros la botella y un especial edición limitada de digamos 150 euros la botella?. Según la historia recomendada, depende mucho de las circunstancias, por lo que creo que mi teoría de que a partir de una calidad mínima, el resto es cuestión puramente de verborrea. Esta
interesante entrada y los enlaces a los que apuntan parece corroborar esas impresiones --incluyendo un experimento donde muchos catadores
no distinguieron un vino blanco teñido de las características de un tinto--, pero espero tener la suerte de contar con los comentarios de algún catador experimentado.
Por otro lado hay varios experimentos interesantes sobre catas a ciegas de diferentes productos. La expectación obviamente tiene una influencia crucial. Un
experimento interesante coautorizado por Dan Ariely --
Predictable Irrational-- es el de la cata a ciegas de cervezas donde había un vinagre balsámico. A algunas personas les gustaba. Y una vez se le desvelaba el contenido, todavía seguían afirmando que no estaba mal. Sin embargo cuando se les revelaba el contenido previamente a la cata, a nadie gustaba el vinagre balsámico.
No cabe duda de que el funcionamiento de nuestro cerebro tiene mucho que decir aquí. El blog especialista en ello es
Neuromarketing.
Addendum
Acabo de enterarme de que se va a estrenar próximamente la Película
Bottle Shock basada en otra historia interesante que implica al vino:
Judgment of Paris, la cata a ciegas de 1976 donde los vinos californianos obtuvieron mejores calificaciones que los franceses. Basada en un
libro de
George M. Taber. Seguiré los acotencimientos. Una de mis películas preferidas de los últimos años fue
Entre Copas (Sideways), donde el vino también jugaba un papel fundamental en la vida sentimental de los protagonistas --desde su visión miro con suspicacia la apertura de una botella de Merlot--. También hay un documental estrenado en Cannes en 2004 que tiene buena pinta:
Mondovino.
2008-07-31 18:14 | Ocio |
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