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¿Progresivo, progresista o justo?
Como suele decir
Paul Krugman, para entender las cosas complicadas hay que primero volver a la escuela a aprender las cosas sencillas. Supongamos dos vecinos que hacen el mismo uso de un pequeño parque común para jugar con los niños. Don Pablo, uno de los vecinos tiene unos ingresos de 200,000 euros anuales y Manolo de 20,000 euros. Ambos convienen en pagar un 10% de sus ingresos para mantener el parque. Don Pablo tiene que colaborar con 2000 euros y Manolo con 200 euros. ¿Es progresivo? ¿Es progresista? Y lo fundamental: ¿es justo?
La respuesta es que no hay una respuesta objetiva a esas preguntas. Se necesita aplicar una filosofía ética. Y si no la hay para un caso tan simple como éste, ¿cómo pretenden que haya una respuesta simple en un caso con más de 18 millones de declaraciones de la renta?
Los datos de la promesa electoral de ZP son los siguientes según
Negocios.com
Según se desprende de un ejercicio de microsimulación del IRPF realizado por el profesor de la Universidad Complutense José Félix Sanz, junto a los profesores Desiderio Romero y Juan Manuel Castañer de la Universidad Rey Juan Carlos, esta medida electoral, poco o nada tiene que ver con la progresividad que teóricamente persigue este tributo.
Del hipotético coste de 5.000 millones de euros que tendría esta medida, tal y como se ha adelantado por el Ejecutivo, este trabajo lo sitúa en algo más de 3.500 millones, correspondiendo a aquellos niveles de renta más elevados las mayores cantidades.
Las conclusiones del estudio de estos profesores son contundentes, ya que de las 18.221.590 declaraciones de renta que se presentarán en la próxima primavera, únicamente 8.235.985 declarantes podrán aplicarse los 400 euros en su integridad, es decir, tan sólo algo más del 45% del total. Sin embargo, de estos declarantes, el 93% corresponde a aquellos contribuyentes cuyo nivel de renta se sitúa entre la quinta y la décima decila (ver gráfico adjunto), grupo donde estarían enmarcados prácticamente la mitad de la población con un mayor nivel de renta, en otras palabras, los más ricos.
Este resultado es la consecuencia de eliminar de la deducción a 1.573.309 trabajadores autónomos, junto a los 610.594 ahorradores o rentistas, es decir que no tienen rentas salariales. Pero además el dato más llamativo es que otros 6.361.699 declarantes tampoco percibirán ni un sólo euro por estar su nivel de ingresos por debajo del umbral que obliga a realizar la declaración del IRPF. La suma de todos ellos nos arroja la cifra de 8.545.602 declarantes, a los que hay que sumar otros 1.440.003 declarantes que no podrán percibir los 400 euros en su totalidad por no tener suficiente cuota líquida para ello.
¿Es progresivo? ¿Es progresista? ¿Es justo?
Les voy a poner otro ejemplo quizás más provocador. Las personas que no tienen la obligación de hacer declaración no recibirán los 400 euros. Dentro de ese grupo existen muchos ciudadanos con una baja cualificación laboral porque perdieron el tiempo en su época de estudiantes, gente que cayó en el alcohol o en las drogas o gente que simplemente prefiere acogerse al subsidio de desempleo antes que hacer determinados trabajos. En el grupo de los que hacen la declaración de la renta hay muchos ciudadanos que se esforzaron en su juventud por adquirir una cualificación laboral, que se levantan todos los días a horas intempestivas para ir hasta sus puestos de trabajo y poder mantener a su familia, pagar su hipoteca y aún así llegar apurados a final de mes. Suponiendo que no podamos pagar los 400 euros a todos, ¿sería justo transferir parte o todo ese dinero al grupo exento de la declaración?
Personalmente no tengo una respuesta unívoca a ese problema porque no hay una regla totalmente justa con todos. La discusión implica una preferencia por una determinada distribución de renta. ¿Qué es preferible, a) un país donde todo el mundo tuviese unos ingresos de 30,000 euros anuales, b) uno donde 2/3 de la población ganase 80,000 euros y 1/3 20,000 o c) uno donde todo el mundo ganase digamos que 100,000 euros anuales excepto un 1% de la población que fuese tan pobre que apenas tuviese para comer.
Antes de decidir por instinto --aunque podría ser una opción, ¿por qué no?--, uno debería elegir un criterio. La gente ha pensado mucho en ello. Hay un criterio que sería el de la mano invisible. Dejemos simplemente que el libre mercado cree la distribución de la renta más apropiada.
Hay otro criterio digno de pensar sobre él: la democracia. Al fin y al cabo nuestra política fiscal sale en última instancia como resultado de las urnas, así que no resulta raro que dicha política no refleje más que los intereses de la mayoría acomodada --la rebaja fiscal de 400 euros cumple perfectamente este criterio--. No estoy diciendo que exista una alternativa no democrática, pero quizás podríamos pensar en elegir democráticamente un criterio que la mayoría consideráramos más justo y que posteriormente la política fiscal se adaptara a ese criterio independientemente del partido que esté en el poder. Igual que no cuestionamos el objetivo de desarrollar los derechos constitucionales, tampoco deberíamos discutir el desarrollo de un criterio de justicia social a través de una política fiscal adecuada.
La
teoría de la justicia ideada por
John Rawls podría ser un punto de partida. Brévemente Rawls afirmaba que deberías tomar como criterio de justicia social lo que él denominó el
velo de la ignorancia. ¿Saben como repartir equitativamente un pastel en un cumpleaños de niños de 10 años? Pidan a uno que corte el pastel y que sea además el que elija su pedazo en último lugar. En esencia la filosofía de Rawls se basa en ese principio. Imagine el lector que primero tuviésemos que decidir sobre la política fiscal y después le fuese asignado aleatoriamente un nivel de ingresos de nuestra sociedad. Los ejemplos anteriores ahora tienen otro matiz y una posible respuesta. Obviamente, corriendo el riesgo de caer en los sectores menos desfavorecidos de la sociedad, no se nos ocurriría no ponernos en su lugar.
Sin embargo hay un problema. Alguien podría apostar por una distribución marginal del tipo c) anterior. Al fin y al cabo, no está mal un 99% de posibilidades de estar en la clase mayoritaria favorecida. De hecho, en los países desarrollados donde la mayoría de la gente lleva una vida acomodada y aspira generalmente a mejorar su situación, ¿quién se preocupa por los que están bajo el umbral de la pobreza?
Por todo ello, el criterio que viene estando de moda en los últimos años entre economistas y algunos políticos es el de maximizar el grado de satisfacción o
índice de felicidad de una población. El problema parece
cómo medir ese índice de felicidad, y de hecho la
crítica principal al trabajo de los economistas de la felicidad es que el grado de satisfacción que la gente declara en las encuestas no tiene por qué representar su bienestar general. Pero lo cierto es que hay una
correlación bastante aceptable por países entre ese índice de felicidad y el PIB per cápita. En un
estudio reciente esa correlación ha sido
confirmada con un coeficiente de 0.4 que es excepcionalmente elevado en ciencias sociales --otra manera de decirlo, es que si está dispuesto el lector a
aceptar algún resultado en ciencias sociales éste debería ser un excelente candidato--. Lo que nos enseña esa correlación es que cuando un país alcanza un determinado PIB per cápita, hay otras cosas aparte del crecimiento que empiezan a importar más a la hora de aumentar la felicidad de la población --para el que guste de las matemáticas el índice de felicidad es una función logarítmica del PIB--. Y ahí es donde podría estar justificado el carácter redistributivo de los impuestos.
Supongamos una sociedad compuesta por 10 personas que producen 200,000 euros. Pongamos el caso extremo de que 5 personas se quedan con todo a partes iguales consiguiendo un índice de felicidad de 10 (medido de 1 a 10). El Bienestar social podría calcularse como la suma de los bienestares individuales, 50 para el caso. Ahora imaginemos otra sociedad de 10 individuos que sólo producen 160,000 euros pero que reparten la producción equitativamente a 16,000 euros. El índice de felicidad sería del orden de 7 --recuerden que no hay una relación lineal con el PIB per cápita-- y el bienestar social sería de 70.
Este ejemplo sencillo nos puede dar idea de las posibilidades y sigue lo que se conoce como el
criterio de Harsanyi, quien mostró que en determinadas condiciones generales, la suma de las utilidades individuales --que yo he cambiado por los índices de felicidad, una equivalencia que daría en realidad para un largo debate-- es un buen criterio para maximizar el bienestar social (ver sin embargo
ésta y
esta discusión).
De todo esto se puede deducir que parecería conveniente transferir renta de los más favorecidos a los menos favorecidos. Pero no se vayan a engañar, en el fondo --aunque le hayamos dado cierto rigor intelectual-- todo se reduce a decantarse por una filosofía ética. Y por lo que he oído en conversaciones de bar y peluquería, que se reciba un subsidio de desempleo a cambio de nada o que el estado subvencione viviendas a determinadas personas no está unánimemente bien valorado por todo el mundo.
¿Qué evidencias tenemos de que la distribución de la riqueza cuente socialmente? Se han encontrado
efectos relacionados con la cohesión social y la salud de la población pero --desde mi punto de vista-- hay dos hechos que evidencian al menos que es imprescindible tratar de evitar una gran desigualdad entre la clase media y las clases más desfavorecidas. El primero no es más que nuestro sentido visceral de justicia. En situaciones que no tocan de cerca solemos ayudar a los más desfavorecidos. Es un
efecto psicológico de lejanía física o grupal el que nos lleva generalmente a obviar a los más desfavorecidos de la sociedad.
En segundo lugar está la aplicación de un concepto de economía elemental y que personalmente intuyo como una excelente justificación a la transferencia de dinero de los ricos a los pobres: la utilidad marginal de cada euro en las manos de un pobre es mucho mayor que la utilidad marginal de ese euro en los bolsillos de un rico. 200 euros mensuales más en los bolsillos de un pobre pueden significar la diferencia de vivir en un cuchitril a vivir en un apartamento decente. 200 euros más en los bolsillos de una persona que gana 6,000 euros mensuales se gastarían probablemente en algún capricho ocasional.
No voy a contestar a ninguna de las preguntas que hice al principio, pero voy a sugerir al lector todavía otro análisis --esta vez mucho más alejado de la escuela elemental-- y que he visto en la
bitácora de Almedrón. Se trata de comparar la mayor carga fiscal en seis países de la Unión Europea y su competitividad económica según doce variables. La conclusión
Quienes proponen una rebaja de impuestos suelen argüir que con ello aumenta la productividad y la inversión y, por lo tanto, el crecimiento. Sin embargo, los datos presentados demuestran justamente lo contrario.
No, la solución en esta cuestión no pasa por reducir los impuestos sino por aplicar una política de gasto público —la otra cara del sistema impositivo— coherente y útil, y por combatir la evasión fiscal de forma más eficiente. Sanidad, infraestructuras, educación, seguridad ciudadana, sistema judicial,… todos estos elementos coadyuvan al desarrollo económico y social de un país y, por lo tanto, mejorar los servicios públicos debería convertirse en la principal preocupación del próximo gobierno. Rebajar los impuestos, especialmente los directos, no ayuda precisamente a conseguirlo; más bien todo los contrario.
2008-02-08 01:46 | Sociedad, Etica, Dinero, Felicidad, Economia, Política |
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Comentarios
1
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De: Nacho |
Fecha: 2008-02-08 10:47 |
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Muy interesante post, da para mucha reflexión.
No tengo claro qué significa exactamente aquellos que no declaran por estar debajo del umbral, que serían unos 6 millones de ciudadanos. ¿Son los que no pagan IRPF porque tienen un salario lo suficientemente bajo? En tal caso, no tendría sentido aplicar esta medida de los 400 euros, puesto que se trata de una rebaja fiscal. En cualquier caso, tendría que hablarse de subsidio, ayuda o renta básica, concepto que, por otra parte, Zapatero ya ha apuntado alguna vez.
Mi impresión es que han querido aplicar una medida popular sin meterse en excesivas complicaciones de cálculo. Esta medida beneficia a los declarantes de la parte baja salarial. A los ricos, que le den 400 euros no les supone nada, y además , son pocos, con lo que el impacto en la cantidad global es pequeño. ¿Es progresiva? Bajo este criterio, sí. ¿Es la mejor medida desde un punto de vista progresista? Creo que es más justo juzgar si el sistema impositivo en su globalidad es progresista o no, y no una medida puntual como ésta.
En otras palabras, si rebajar el tipo máximo a los ricos (un 43%) como se ha venido haciendo en los últimos 10 o 15 años es progresista y progresivo, o lo sería más hacer precisamente lo contrario y, además, reducir los tipos más bajos.
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2
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De: germanPG |
Fecha: 2008-02-08 12:02 |
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Hay que tener en cuenta de que esos 400 euros no suponen una subvencion, si no la devolucion de unos impuestos ya pagados.
Esta claro que muchas personas que no tienen que declarar, por no llegar al minimo, pero si sufren retenciones en sus ingresos; harian la declaracion para recuperar ese dinero.
En mi opinion personal, ciertamente utopica, seria conveniente distribuir los ingresos de todos los ciudadanos en unas pocas clases (4 o 5) y con un limite maximo.
Digamos, en escala logaritmica, que ls ingresos netos fuesen como 1,2,4,8 y 16. Ningun individuo podria ganar para "sus vicios" por encima de 16 veces mas que el sueldo minimo garantizado. El remanete deberia invertirlo o seria totalmente retirado por los impuestos.
Para que un sistema asi fuese justo el sueldo minimo deberia estar garantizado para todos.
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3
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Ya, pero mi reflexión incluía otras opciones. Al fin y al cabo si "te sobran" 5,000 millones sólo has elegido una posible opción para hacerlo llegar a los ciudadanos. Y lo que discutimos --entre otras cosas-- es si esa es la opción más justa o al menos más progresista.
Progresivo lo es --los de más ingresos descuentan un porcentaje menor de sus impuestos-- aunque algunos también definen como progresivo una tasa fija que supone mayor contribución de los de mayor ingreso --tal y como el ejemplo del parque que ponía al principio--
Desde luego la medida es puramente electoralista porque cumple todo los requisitos: es simple de entender, directa de aplicar y afecta principalmente al grueso de votantes que pueden decidir los comicios.
Respecto a las distribuciones de la renta, no he discutido un asunto interesante sobre el papel de la eficiencia económica. A lo mejor no es tan mala idea dejar a la mano invisible que haga su trabajo y que el estado se encargue de potenciar las decisiones eficientes --aquellas que no dejan peor a nadie-- y de traer las rentas más bajas a un nivel mínimo de subsistencia.
Otro asunto interesante --hay muchas entradas para esto-- es cómo el sistema de clases podría ser un consecuencia inevitable de la eficiencia económica --tienes uno o el otro, pero no ambos--. Los más liberales suelen argumentar sobre la posibilidad de la movilidad de unas clases a otras como paliativo, pero en la práctica esos movimientos son minoritarios aunque las diferencias casi se pueden mantener porque en realidad la gente ve posible aspirar a un nivel significativamente mayor ingresos --de hecho lo es, pero la cuestión es si es probable que suceda en sus vidas--. Incluso hay algún estudio que favorece en realidad, desde el punto de vista de la felicidad de la gente, los sistemas de castas cerradas. Pero esa es otra historia.
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