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Felicidad y consumo energético
Podría decir que la gráfica que
me incitó a inaugurar este blog y que ya
he comentado anteriormente es la que muestra la relación entre Producto interior bruto de un país y el grado de satisfacción de sus ciudadanos. Haciendo una síntesis gráfica rápida
observamos dos zonas claramente diferenciadas. Una que indica claro progreso en la satisfacción con el crecimiento económico y otra que sólo añade cambio de estilos de vidas y no felicidad neta.
Un
artículo de Oil Drum se pregunta sobre la relación felicidad-consumo energético. Desde el momento que existe una relación con el producto interior bruto y el consumo energético está a su vez relacionado con éste, debería poder extraerse algo interesante de ahí. La gráfica siguiente representa el índice de satisfacción frente al consumo energético per capita
Aparentemente no hay una relación obvia, pero sí podemos extraer algunas consecuencias, como que los países con mayor consumo energético muestran buenos índices de felicidad, pero que se puede tener un buen índice de felicidad consumiendo mucha menos energía, resultando significativa la comparación entre Canadá y Dinamarca, consumiendo este últimos menos de la mitad de la energía que el primero con niveles de vida bastante elevados en ambos.
En su libro
Energy at the Crossroads: Global Perspectives and Uncertainties Vaclav Smill concluye que con 50 a 70 GJ/per capita con un incremento marginal hasta unos 100 GJ/per capita se consiguen grados de satisfacción objetivamente adecuados. Por ejemplo, EEUU consume unos 340 GJ/per capita.
Mientras buscaba la referencia al libro de Smill, encuentro un
artículo sobre las posibilidades de las energías renovables como sustitutos del petróleo a la hora de cubrir la demanda futura de energía. El artículo de Smill está lleno de números sacados de estimaciones de órdenes de magnitud a partir de primeros principios --tengo que leerlo detenidamente a ver si hay algunos números interesantes que no conociera--. Pero la conclusión viene siendo la línea general de todos los que miran la cuestión desde primero principio y hay una especie de consenso emergente que Smill expresa muy bien en las conclusiones.
La lección básica es simple: las predicciones reflejan nuestra ignorancia, no nuestro entendimiento;... Las afirmaciones dudosas basadas en demostraciones y experimentos a pequeña escala no son sustitutos de una valoración crítica y sin concesiones basada en primeros principios; la publicidad sesgada de grandes soluciones teóricas raramente sobrevive al brutal encuentro con el aumento en la escala de las operaciones realizables en el mundo real.
Y sobre todo: la innovación y los apaños técnicos no proporcionan una solución duradera. La historia muestra que la demanda energética continúa aumentando aún en las sociedades más consumidoras de energía; animar a la difusión mundial de esta tendencia (con China e India aspirando a copiar a EEUU) y luego tratar cubrir el suministro a través de la ingenuidad científica y técnica no es una fórmula compatible con el mantenimiento de una biosfera viable. Obviamente, los países pobres necesitan más energía; pero los ricos deberían más pronto que tarde pensar en crear las infraestructuras para una reducción racional en el uso de la energía. Todas las economías no son más que subsistemas de la biosfera y la primera ley de la ecología es que ningún árbol crece hasta el cielo. Si no vamos a implementar de manera meditada una reducción gradual, corremos el riesgo de que la biosfera lo haga por nosotros de una manera menos deseable (si no catastrófica).
2007-07-21 15:21 | Energia, Ecologia, Felicidad |
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