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Vidas virtuales
Llevo un mes prácticamente desconectado de Internet salvo por alguna cuestión puntual relacionada con el trabajo. No ha sido a propósito, sino que ha coincidido que poco después del robo de mi portátil –técnicamente un hurto-- que me inspiró una entrada --
confianza social-- se dañó el disco duro del portátil de mi trabajo y la llegada de la nueva compra se ha hecho esperar.
Como dicen que toda mala experiencia tiene una parte positiva –supongo que no se referirán a un cáncer de páncreas terminal-- recomiendo a todo aquél que esté enganchado que se tome un descanso total de la red de vez en cuando. Allí las cosas van demasiado rápidas para nuestras lentas mentes que necesitan que el mundo a nuestro alrededor vaya suficientemente despacio para poder asimilar lo que realmente ocurre. Quizás sea acertada la metáfora de
Zygmunt Bauman de la sociedad líquida frente a la desparecida sociedad sólida donde pasaban generaciones donde el estilo de vida apenas cambiaba. No es más que
la insoportable levedad de todo... y en la red la metáfora sí que es realmente válida.
De hecho, a veces tengo la sensación de llevar una vida paralela en la red. Y la cosa puede ser aún más grave si uno decide apuntarse a esos mundos virtuales que pululan por ahí, como el aparentemente popular
Second Life donde incluso --como menciona físico matématico John Baez en su
magnífico blog-- alguien ha decidido intentar un apocalipsis nanotecnológico del tipo conocido como
goo gris.
No me apetece llegar a tal grado de virtualidad, aunque conste que no tengo ningún tipo de prejuicios contras las vidas virtuales, porque en el fondo sólo se trata de grados de virtualidad. Al fin y al cabo nuestro cerebro sólo puede recrearnos un mundo virtual a partir de información limitada del mundo real –cualquier cosa que fuere-- y de hecho toda nuestra vida gira en torno a cuestiones cuya gran mayoría sólo están dentro de nuestras cabezas. Pero es la vida a ese nivel virtual primario que realmente satisface mejor a cerebros que evolucionaron en entornos muy distintos a los que los sometemos actualmente.
A mi regreso a este nivel virtual secundario de la red me he encontrado con una nueva versión de
Kubuntu –denominada Edgy-- que he instalado sobre mi flagrante nuevo HP Pavilion DV6142EA. En la no siempre cordial relación entre linux y el hardware de los portátiles, Edgy se ha portado de maravilla y me ha reconocido desde el doble núcleo hasta las teclas multimedia, incluyendo la tarjeta nvidia geforce, que aunque con un driver genérico, se porta bien mientras no abuses en exceso –por ejemplo a la versión de linux del google Earth no le sienta nada bien--
He leído en los foros que Edgy se muestra algo inestable, pero ahora mismo, mientras escribo en Writer de Openoffice esta entrada, ando descargando archivos torrent con la aplicación por defecto del escritorio KDE sin apenas configurar nada, instalando Frostwire –una aplicación p2p que me han recomendado-- desde Automatix, al mismo tiempo que tengo varias pestañas del firefox abiertas y thunderbird descargando correo atrasado y todo va de perlas. Y eso para un usuario relativamente principiante en linux.
Podemos decir que nuestro cerebro trabaja a una frecuencia de unos 100 Hz –basándonos en las tasas de disparo neuronal--, una velocidad ridícula comparada con la de mi nuevo procesador con dos núcleos de 1,73 Ghz, unos 17 millones de veces más rápidos. Sin embargo los ordenadores siguen siendo bastante torpes para muchas tareas que un ser humano hace de forma aparentemente tan sencilla. Parece que el secreto de todo ello es lo que parece la tendencia en el próximo futuro, la computación en paralelo. Nuestro cerebro es lento en la velocidad de operaciones, pero puede realizar muchas de manera simultánea, aparte de ciertos algoritmos de reconocimiento de patrones globales propios de la redes neuronales. Y esa parece ser la línea que están tomando los procesadores que parecen haber alcanzado un tope tecnológico de frecuencia.
De hecho, Intel parece estar a punto de lanzar un procesador con cuatro núcleos. Puede resultar interesante ver si la tendencia del aumento del número de núcleos por procesador va a seguir una especie de
ley de Moore y en relativamente pocos años tendremos todos –me refiero claro a los socialmente más favorecidos de este planeta-- un superordenador de sobremesa capaz de otro nivel de experiencias virtuales. ¿Alguien intuye algún final para el grado de virtualidad posible?.
2006-12-05 23:32 | |
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Comentarios
1
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De: Pedro J. |
Fecha: 2007-01-04 18:21 |
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Parece ser, según Malaprensa, que Second Life no es tan popular como se hizo pensar a los medios. Ya sabemos, ¡publicidad gratuita!.
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