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La cultura de la queja
Llevo 15 años de profesor de secundaria –o de eso que eufemisticamente denominan ahora educador-- y hasta hoy afortunadamente me han sido siempre muy ajenas esas historias que cada día se oyen con más frecuencia sobre la impotencia de los profesores ante las actitudes de sus alumnos.
No se trata de nada grave que merezca ni siquiera un comentario –son gajes del oficio,por cierto no muy interesantes-- pero me ha hecho reflexionar sobre un hecho que había descartado como irrelevante y es que los alumnos, los padres, los profesores y la gente en general –al fin y al cabo no se vayan a pensar que un instituto no es un fiel reflejo de la sociedad que hay fuera de sus cada vez más altas verjas-- cada vez se queja más sobre cualquier cosa –chiste para los amantes de la lógica...¿no es esto una metaqueja?--.
Cuando llego a casa después de un día así, uno de los primeros momento de relax consiste en ir al servicio con algún libro que contenga muchos datos y merodear caoticamente por sus páginas buscando alguna información impactante o relevante y que hubiese olvidado. Esta vez le tocó a
El error de Descartes. Antonio R. Damaso. Crítica.
En el capítulo 11.
Pasión por el razonamiento, leo lo siguiente
Lo que me preocupa es la aceptación de la importancia de los sentimientos sin que haya ningún esfuerzo para comprender su compleja maquinaria biológica y sociocultural. El mejor ejemplo de esta actitud puede encontrarse en el intento de explicar los sentimientos heridos o el comportamiento irracional mediante apelación a causas sociales superficiales o a la acción de los neurotransmisores, dos explicaciones que impregnan el discurso social tal y como se presenta en los medios visulaes e impresos; y en el intento de corregir los problemas personales y sociales con drogas médicas y no médicas. Es precisamente esa falta de comprensión de la naturaleza de los sentimiento y de la razón (una de las características de la “cultura de la queja”) lo que es motivo de alarma
¡Ta... chán!. Las palabras mágicas “cultura de la queja” hacen referencia a un libro
Robert Hughes.
La cultura de la queja, Anagrama, 1994
Aunque el libro se refiere a la cultura norteamericana, ¿alguien puede negar que nos parecemos hoy en muchos aspectos más a la américa de 1994 que a la España de ese mismo año?. Y si no, sirvan como ejemplo
algunas citas:
Hemos creado una cultura infantilizada de la queja, en la que el Gran Papi tiene siempre la culpa y la expansión de los derechos se produce sin la otra mitad de la ciudadanía –adjunta a los deberes y obligaciones...El énfasis se pone en lo subjetivo: cómo nos sentimos sobre las cosas, más que lo que pensamos o podemos saber.
Sin entrenamiento en análisis lógico, mal equipados para desarrolar y construir argumentos formales sobre cualquier asunto, desacostumbrados a textos profundos que son sustituidos por depósitos de material factual, los alumnos se retiran a lo que podrían llamar sí mismos: lo que sienten sobre la cosas. Cuando sentimientos y la actitud son los referentes principales de un argumento, atacar cualquier posición es automáticamente insultar al que la sostiene, incluso atacar sus “derechos” tal y como los perciben ellos.
No son pocas las veces que oigo a alumnos manifestar que un profesor los ha insultado, y no pocas veces es cierto porque hay profesores mal educados y algunos que pierden la calma y terminan por utilizar el insulto directo. Pero el insulto nunca ha estado en mi repertorio ni en la calle ni en las aulas y lo mismo pasa con muchos compañeros de trabajo. Pero ¿qué ocurre cuando el insulto es una percepción del que escucha cuando no acepta una crítica razonada a su actitud o comportamiento o a su fracaso?. Personalmente en alguna ocasión me he disculpado ante un alumno cuando me ha dicho que se ha sentido ofendido por uno de mis comentarios cuando sólo argumentaba sobre un error de su comportamiento. No he recibido un contrargumento, sólo la expresión de un sentimiento. Lo peor de todo es que he pensado que eso era lo apropiado.
2006-10-26 22:48 | |
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Comentarios
1
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"O ihr, der Eide ewige Hüter!
Lenkt euren Blick auf mein blühendes Leid:
erschaut eure ewige Schuld!
Meine Klage hör', du hehrster Gott![...]
Weiß ich nun, was dir frommt? -
Alles, alles, alles weiß ich,
alles ward mir nun frei!
Auch deine Raben hör' ich rauschen;
mit bang ersehnter Botschaft
send' ich die beiden nun heim.
Ruhe, ruhe, du Gott! -"
Götterdämmerung - R. Wagner
[¡Oh, tú que tan solemnemente
proteges los juramentos,
presta atención
a mi dolor creciente.
Mira tu eterna culpabilidad
y escucha mi queja,
dios majestuoso. [...]
¿Qué si sé lo que tú necesitas?
Todo, todo,
todo lo que yo sé:
ahora lo entiendo todo.
Hasta puedo oiros a vosotros
cuervos moviendo las alas.
Ahora os enviaré a los dos a casa
para que llevéis la noticia tan temida y deseada.
¡Descansa, descansa, tú, dios!]
(Inmolación de Brunhilda -fragmento- de "El Crepúsculo de los Dioses" R.Wagner.
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De: Pedro J. |
Fecha: 2006-10-27 18:07 |
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Es curioso que ese fragmento me ha hecho pensar sobre la relación entre sentimiento de culpa y control del individuo. En el cristianismo, por ejemplo, se traslada toda la culpa al individuo y éste es dócil. Cuando traladamos toda la culpa de nuestros éxitos o fracasos a otra entidad como el estado, Dios o la sociedad estamos cayendo precisamente en ese infatilismo social que el estado en muchos aspectos resuelve con altas dosis de paternalismo creando dependencia y no independencia, esfuerzo y decisión y acetación de la responsabilidad propia cuando corresponde. Esa es la base de la conducta que llamamos madura.
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3
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En realidad el fragmento es un texto alegórico con bastantes niveles de interpretación. El que ofreces es sólo uno de ellos. ;)
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